martes, 28 de octubre de 2008

PALO FERPECTO.

Nos sentamos en un banco de madera frente al mostrador -esperá ahí y no hacé musho ruío- nos dijo el tipo vestido con calzonas amarillas y camiseta con lamparones en los sobacos del FC Barcelona. La madera estaba dura y fría bajo nuestros culos igual que el ambiente que reinaba allí: duro y frío. Y todo olía como a plástico; aquel antro era un prefabricado de esos en los que te asas como un pollo en verano y te congelas como un pajarito en invierno. Además tuve claro desde que entré que si seguíamos allí mucho tiempo nosotros mismos acabaríamos también oliendo como a plástico. Aquel olor me transportó al interior de un autobús... y a mi el olor a autobús me produce arcadas.
Otro tipo vestido con chandal azul marino se acomodó tras el mostrador y empezó a undir tecla en la vieja "Olivetti Studio 46", el otro, el que vestía de culé, se perdió dentro, en alguna habitación.
Nosotros esperábamos, calladitos. Cargados de desesperanza y aburrimiento.

Cinco minutos mas tarde la animación llegaba oportuna a aquel sitio infecto y vacio de arte.
Ruido de coches aparcando fuera, voces, portazos, y entre todos los sonidos, la voz chillona e inconfundible del "Güevo".
El "Bujía" torció la cara hacía mi, nuestras miradas se encontraron y sonreímos nerviosos, después miramos al "Chícharo" que casi se había dormido recostado en el otro extremo del banco; volviendo al mundo real movió la mano derecha arriba y abajo varias veces seguidas, hacíendo aspavientos, diciendo sin palabras que nos quedaba "la grande" por pasar.
El Güevo no venía solo, dos tipos, uno vestido con la equipación completa del Real Betis balompié, medias rayadas incluidas, y otro vestido como Artola le hacían compañia. Uno a cada lado y sujetando cada uno de sus raquíticos brazos. El Güevo, más que andar flotaba.
-Donde caben tré, caben cuatro- dijo Artola, dando una palmadita con el exterior de su mano derecha en la rodilla izquierda del Chícharo para que éste dejara sitio al Güevo en la dura y fría madera
-ya que la tenía calentita- soltó el Chícharo por lo bajinis creyendo que sólo le oiríamos nosotros.
-Zi e por ezo no te preocupe, que calentito vai a dormí- le contestó el del chandal azul marino, dejando de lado la Olivetti para encañonarnos con la mirada.

El ruido de una puerta abriéndose nos salvó del desprecio de aquellos ojos.
Por la puerta abierta apareció el culé con su camiseta sudada del Barsa , esta vez acompañado de dos hombres vestidos también de uniforme, eso sí, sus uniformes no eran del Barsa ni del Cádiz, ni siquiera del real Madrid, y aunque verdes tampoco eran del Betis...
-¿A quién se le ocurre? -me preguntaba ya en casa y horas después mi padre entre hostias y alpargatazos.
-No lo sabíamos- gritaba yo de dolor.
-¿Para qué tenéis la cabeza sobre los hombros?- seguía con una de sus frases favoritas durante los cabreos.
-Que no lo sabíamos- seguía yo gritando mientras mi piel enrojecía y se llenaba de vejigones.
-¿A quién se le ocurre, joder? ¿A quién se le ocurre ir a robar a los vestuarios de un campo de fútbol cuando juegan Maderos contra Picoletos? ¿a quién joder?- acabó diciéndome mi viejo mientras un servidor iba recibiendo las últimas hostias de su niñez.

Fin.

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