martes, 1 de abril de 2008

DESCOMPENSACIÓN.

Muchos de los mejores jugadores del planeta fútbol, ayer, hoy y mañana, sufrieron y sufrirán en sus comienzos ataques y ninguneos por su "descompensación física". Esto es: tener unos cojones descomunales en un cuerpo diminuto. Y mucho talento, un talento más descomunal todavía en cuerpos que raramente superan el uno setenta.

Francis Cornejo, entrenador de infantiles y descubridor de Maradona no se creía que aquel micurria tuviera ocho años cuando lo vió tocar el balón por primera vez, él mismo confesó que pensó que el Pelusa era un enano. Un hombre adulto enano. Le pidieron hasta la cédula de nacimiento y al no tenerla no le creían por lo bien que jugaba "el enano".
El mismo Francis contaba después que "el camino no fue de rosas" y que muchos enteradillos le decían cosas tales como: "igual que este negrito tenemos varios...es muy chiquito, no va a llegar a nada".
Y ya saben lo que pasó, que Maradona sí que se hizo descomunal, se hizo tan grande que su juego se elevó al cielo, transformando y transportando al fútbol de lo terrenal a lo cósmico.

Otro con cojones de tamaño descompensado que tocó el cielo fue Juan Gómez "Juanito" cuando en 1976 se unió al Real Madrid y dijo: "llegar a esta casa es como tocar el cielo..." y se hizo tan grande que treinta años después en el Bernabeu todavía se corea su nombre al llegar el minuto siete: ¡illa illa illa, Juanito Maravilla!
El pequeño malagueño tuvo una inquieta carrera profesional y pasó por todo: el Barcelona pujó por él, el botellazo de Belgrado, el pisotón a Matthaus, muchos triunfos y después, ya de entrenador, el terrible accidente que lo elevó definitivamente a ese cielo que tocó como jugador. Quién sabe, pero quizás tuviese un gran futuro como entrenador. Que en gloria estés, gran Juanito Maravillas, genio y figura.

Y hablo de Maradona porque fue el mejor y de Juanito por simpatía. Pero hubo, hay y habrá muchos. Ahora están Messi, Agüero y Bojan pero estuvo Butragueño que, no teniendo suficiente con ganar cinco ligas seguidas enseñó los cojones a todo Dios y a la cámara para que ésta dejara constancia gráfica de la descompensación habida entre lo que había debajo de sus calzones y su frágil cuerpo. Que pena que de director deportivo, o lo que fuera, no gastara las mismas medidas que cuando se vestía de futbolista.
También nos hubieramos perdido las genialidades de Romario si el planeta fútbol hubiera prestado atención a aquel entrenador del Sao Januário que, con peor vista que el pescado podrido le dijo, por su pequeña estatura, aquello de "tú sólo sirves para limpiar coches" .
Otro pequeñajo, sobre todo siendo alemán, que me volvía loco verlo jugar era...no, no voy a hablar de Matthaus, que también, pero ahora me refiero al gran Pierre Littbarski. Llevaba el siete como Juanito y tenía las piernas arqueadas, verlo regatear a varios contrarios con el balón pegado al pie y encarar portería con su mortífero disparo era todo un lujo. Jugó tres finales de mundial y ganó la tercera, por cojones, de qué os creéis que gastaba ese hueco entre sus cortas piernas.
Y otro del que su entrenador se cachondeaba en juveniles debido al tamaño de sus piernas, el también alemán Torpedo Muller, llegó a ser uno de los goleadores más grandes de la historia y campeón del mundo en 1970, idolatrado en su pais lo llamaban "Bomber der Nation" (bombardero de la nación).
Y así podría seguir un mes, que si Simonsen, que si Tigana, que si Aimar, que si Iniesta, que si Munitis, que si Roberto Carlos, que si Pardeza...
Jugadores rápidos y habilidosos que hacen de lo pequeño una ventaja y que, casi siempre, suplen su falta de estatura con esa descompesación que Dios da a todos y que a ellos les dio en los cojones.
Hay tantos que otro día sigo, no estoy con ánimo de escribir pues otra vez me quedé en siete con la puta quiniela.

Mientras tanto vean a Littbarski marcando un gol imposible:

http://www.youtube.com/watch?v=AcwrYmkwg5w

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