martes, 18 de marzo de 2008

PANFLETO.

Nota: Articulo mangado a www.mediapunta.es y escrito por Montero Glez.

Sarkozy, presidente de los gabachos, pertenece a esa clase de fulanos llamados a pastorear a su pueblo desde los fundamentos doctrinarios del capitalismo, es decir, desde el retrete bruñido de riqueza y mercancía. Y por lo mismo, la doble moral y la doble contabilidad rigen su olorosa política. Es curioso. Por un lado, el Sarkozy apuesta por castrar al desviado y, por otro, permite los desvíos con menores, siempre que estos sirvan para apuntalar los fundamentos liberales. El otro día saltó la noticia. Una marca yanqui de ropa deportiva, ha ganado en el concurso para equipar a los integrantes de la selección francesa de fútbol. Competía con otra marca por ver quién ponía la etiqueta a los gabachos. La bolsa de los yanquis venía rellena con un porrón de dineros anuales. Y esto último ha sido justificación suficiente para la economía de los panzudos que, al final, no han podido resistir la tentación de mojar el croissant por los cuernos. Y nadie ha abierto la boca, sino todo lo contrario. De abrir, lo único que se han abierto, hasta ahora, han sido las huchas de los traseros, dicho sea por lo fino. Las conciencias sodomitas siguen guardando silencio. Mientras tanto, el material deportivo yanqui se continúa fabricando en países de Asia. La puta globalización ha conseguido pagar los salarios más indignos posibles, trasladando su manufactura a zonas donde la mano de obra se cotiza tan baja que repta por el subsuelo de la economía sumergida. Made in China, Indonesia o Tailandia, son lugares comunes donde los niños y las niñas trabajan a destajo por un mísero sueldo. Y esto es asunto que no sólo favorece al capitalismo global, sino también a los turistas sexuales que, por un poco más de dinero, contratan los servicios de menores para aliviar la plusvalía genital que atora su podrido órgano. Puestos a buscar culpables, es preciso encontrarlos en la clase política, consagrada a obtener, de las letrinas más infectas, leyes que ensucian todo lo que se les ponga por delante. Y el fútbol no iba a ser menos. Lo ocurrido en el país gabacho con la marca de marras es sólo un ejemplo de la sinvergonzonería que envuelve el deporte. Si quedase algo de ética, ningún jugador vestiría prendas tan insultantes para los parias de la tierra. Y las bocas se abrirían para denunciar a los desviados. Mejor jugar en pelotas que equipados con tales prendas, qué coño.

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