
Empezaba la decada ochenta y Leño dedicaba aquello de "que tire la toalla" al presidente español Suárez, el rock inquieto y juvenil de Tequila hacía mojar toda braguita adolescente y los Burning llevaban ya varios años cantando en español para que sus letras golfas se entendieran mejor.
Nacían los jugadores Xavi, Oleguer, Ronhaldino, Borowski, Gerrard, Cicinho o Rosicky. Tambien nacía el gran Gasol.
Moría Lennon, Bon Scott e Ian Curtis, y Henry Miller, Peter Sellers y Alfred Hitchock, morían también Alejo Carpentier y Felix Rodriguez de la Fuente. Pinochet imponía una farsa de constitución en Chile. Nacía Solidaridad en Polonia y casi 5.000 personas morían en los terremotos de Italia.
Mientras, Irak invadía Irán y Reegan echaba de la presidencia USA a Jimmy Carter unos meses después de que este último boicoteara los juegos de Moscú. Indira Ghandhi tomaba el gobierno de la India y 63 musulmanes eran decapitados en A. Saudí acusados de asaltar la Gran Mezquita de la Meca. En enfrentamientos de estudiantes contra las fuerzas armadas en Corea del Sur morían 2.000 civiles en nueve dias.
El Real Madrid ganaba su vigésima liga, el PNV ganaba las elecciones vascas y se reconocía a Andalucía como Autonomía.
Nosotros vivíamos ajenos.
En mi barrio sólo había dos calles y era tanta la imaginación de los gobernantes de la época en que se construyó que a una le pusieron "Calle A" y a la otra "Calle B". Sí como en "Mi dulce tentación" la canción de La Frontera.
Y era tanta la rivalidad entre ambas calles que raro era el dia que no había pedradas o persecusiones, puñetazos y lloreras. Y cómo no, partidos de fútbol a muerte en los que el perdedor se iba avergonzado y con el rabo entre las patas. Tambien nos disputábamos la custodia de un perro negro sin dueño y sin nombre al que nosotros llamábamos "Furia" y ellos "Zorro". Un perro aficionado a cruzarse con el balón en plena jugada o a enredarse entre las piernas de algún potrero a punto de chutar. El partido-estrella entre las dos calles llegaba en junio, con la velada de San Juan; esa fiesta en la que los mayores queman en una hoguera sus malos recuerdos y en la que los niños gozan con los juegos populares, con las añejas carreras de sacos, las carreras de cintas en bici y cómo no: con el fútbol.
Y llegó el dia.
Para la ocasión, los de la asociación de vecinos pintaron el campo, pusieron redes en la porterías y nos compraron camisetas de algodón de a "veinte duros". Ellos azules, nosotros de rojo. Y vaya si quedó bonito nuestro humilde "campito". Y el ambiente, no faltaba ni un padre ni ninguna madre, y los chicos mayores bebían litronas en la banda mientras se metían con "Cristobal el Bilbaino" que era vecino y hacía de arbitro. Aquello parecía el Maracaná. Por supuesto, y pendiente de todo bocadillo que se moviera, tambien estaba por allí "Furia", o "Zorro", como más os guste.
Y el partido empezó y transcurrieron los minutos. Marcaron ellos y después marcamos nosotros por dos veces. A falta de cinco minutos ganábamos dos a uno y a Cristóbal el Bilbaíno no se le ocurre otra cosa que pitar penalty en nuestra contra. El hijoputa vivía en la otra calle.
Y "Curro el Conejo" que se dispone a tirarlo.
Y "Montoya el Cebolla" que se pone bajo los palos dándose aires de importancia. Todo Dios callado. Si lo marca vamos a lo penaltis y todo el barrio sabe que Montoya el Cebolla bajo los palos es más malo que un dolor de muelas. Y El Conejo coge carrerilla, y golpea el balón, y el Cebolla que se tira al otro lado totalmente engañado.
Pero entonces pasa lo que nadie espera, va "Furia", o "Zorro", como más os guste, y se cruza en el camino con el balón. Y con su lomo hace una parada que ni Zamora. Los de la otra calle, jugadores y aficionados se cagan en los muertos del perro y en su puta madre, los nuestros, aplauden y sacan chistes.
Entre el jaleo y las risas se oyó una voz por encima de las demás, era Pepe el kiosquero, el tio más chistoso del barrio.
Fue él, quien de forma vacilona y chulesca soltó la frase:
...ni Furia, ni Zorro, ni ostias, ese perro se va a llamar de aquí en adelante Arconada...
Y así fue.
Nacían los jugadores Xavi, Oleguer, Ronhaldino, Borowski, Gerrard, Cicinho o Rosicky. Tambien nacía el gran Gasol.
Moría Lennon, Bon Scott e Ian Curtis, y Henry Miller, Peter Sellers y Alfred Hitchock, morían también Alejo Carpentier y Felix Rodriguez de la Fuente. Pinochet imponía una farsa de constitución en Chile. Nacía Solidaridad en Polonia y casi 5.000 personas morían en los terremotos de Italia.
Mientras, Irak invadía Irán y Reegan echaba de la presidencia USA a Jimmy Carter unos meses después de que este último boicoteara los juegos de Moscú. Indira Ghandhi tomaba el gobierno de la India y 63 musulmanes eran decapitados en A. Saudí acusados de asaltar la Gran Mezquita de la Meca. En enfrentamientos de estudiantes contra las fuerzas armadas en Corea del Sur morían 2.000 civiles en nueve dias.
El Real Madrid ganaba su vigésima liga, el PNV ganaba las elecciones vascas y se reconocía a Andalucía como Autonomía.
Nosotros vivíamos ajenos.
En mi barrio sólo había dos calles y era tanta la imaginación de los gobernantes de la época en que se construyó que a una le pusieron "Calle A" y a la otra "Calle B". Sí como en "Mi dulce tentación" la canción de La Frontera.
Y era tanta la rivalidad entre ambas calles que raro era el dia que no había pedradas o persecusiones, puñetazos y lloreras. Y cómo no, partidos de fútbol a muerte en los que el perdedor se iba avergonzado y con el rabo entre las patas. Tambien nos disputábamos la custodia de un perro negro sin dueño y sin nombre al que nosotros llamábamos "Furia" y ellos "Zorro". Un perro aficionado a cruzarse con el balón en plena jugada o a enredarse entre las piernas de algún potrero a punto de chutar. El partido-estrella entre las dos calles llegaba en junio, con la velada de San Juan; esa fiesta en la que los mayores queman en una hoguera sus malos recuerdos y en la que los niños gozan con los juegos populares, con las añejas carreras de sacos, las carreras de cintas en bici y cómo no: con el fútbol.
Y llegó el dia.
Para la ocasión, los de la asociación de vecinos pintaron el campo, pusieron redes en la porterías y nos compraron camisetas de algodón de a "veinte duros". Ellos azules, nosotros de rojo. Y vaya si quedó bonito nuestro humilde "campito". Y el ambiente, no faltaba ni un padre ni ninguna madre, y los chicos mayores bebían litronas en la banda mientras se metían con "Cristobal el Bilbaino" que era vecino y hacía de arbitro. Aquello parecía el Maracaná. Por supuesto, y pendiente de todo bocadillo que se moviera, tambien estaba por allí "Furia", o "Zorro", como más os guste.
Y el partido empezó y transcurrieron los minutos. Marcaron ellos y después marcamos nosotros por dos veces. A falta de cinco minutos ganábamos dos a uno y a Cristóbal el Bilbaíno no se le ocurre otra cosa que pitar penalty en nuestra contra. El hijoputa vivía en la otra calle.
Y "Curro el Conejo" que se dispone a tirarlo.
Y "Montoya el Cebolla" que se pone bajo los palos dándose aires de importancia. Todo Dios callado. Si lo marca vamos a lo penaltis y todo el barrio sabe que Montoya el Cebolla bajo los palos es más malo que un dolor de muelas. Y El Conejo coge carrerilla, y golpea el balón, y el Cebolla que se tira al otro lado totalmente engañado.
Pero entonces pasa lo que nadie espera, va "Furia", o "Zorro", como más os guste, y se cruza en el camino con el balón. Y con su lomo hace una parada que ni Zamora. Los de la otra calle, jugadores y aficionados se cagan en los muertos del perro y en su puta madre, los nuestros, aplauden y sacan chistes.
Entre el jaleo y las risas se oyó una voz por encima de las demás, era Pepe el kiosquero, el tio más chistoso del barrio.
Fue él, quien de forma vacilona y chulesca soltó la frase:
...ni Furia, ni Zorro, ni ostias, ese perro se va a llamar de aquí en adelante Arconada...
Y así fue.